viernes, 21 de septiembre de 2018

Historiando cantares - Allá por Yahaverê

Hola amigos del blog.
En julio del año 1980 "Los de Imaguaré" graban su tercer disco titulado "Chamamecero" con la siguiente conformación: Julio Cáceres (recitados y canto), "Pocholo" Airé (guitarra), Ricardo "Tito" Gómez (bajo y canto) y Joaquín "Gringo" Sheridan (bandoneón y acordeón). Uno de los temas de este disco, y al cual haremos referencia, fue un hermoso chamamé fruto de la inspiración de "Tito" y que él mismo con su guitarra le dio la primera forma, para luego, en compañía con el bandoneón del "Gringo", naciera "Allá por Yahaverê". Si bien la historia tiene ribetes picarescos, guarda un trasfondo melodramático debido a un encuentro muy fugaz donde nada llegó a concretarse, dejando al "pobre" "Tito" nada más que con los recuerdos de los ojos y labios de aquella guainita...
Pablo


Por Ricardo "Tito" Gómez

Corría el año 1979 y nosotros ("Los de Imaguaré") vivíamos en Buenos Aires. Me refiero a los integrantes originales del grupo citado, a saber: Joaquín “Gringo” Sheridan, Julio Cáceres, Carlos Núñez y yo. En verano de ese año, en ocasión de una visita a Mercedes (Corrientes de todos nosotros, Julián Zini nos invitó a hacer una visita al Complejo de la Laguna del Iberá, entonces sólo poblada por los estereños (LOS LEGÍTIMOS DUEÑOS DE LA TIERRA) porque él quería llevar la Virgen de Itatí para que esa gente la conociera y nos invitaba a nosotros, porque esas familias de estereños jamás habían visto un grupo de chamamé en vivo. 

Allá fuimos entonces a conocerlos y a pasar una semana internados allí, solo que "Carlitos" Núñez no fue no sé bien por qué motivo y solo fuimos con Julián, "Gringo", Cáceres y yo. Confiado como siempre, yo entré a ese espejo de agua inmenso, en que por momentos solo se veían, cielo y agua nomás, muy livianito de ropas. Resultado de mi inconciencia, mis piernas sufrieron quemaduras de segundo grado por haber ido solamente con un short, y en cada familia que visitábamos las mujeres de la casa me ponían cremas para esas quemaduras que dolían, ¡ustedes no saben cómo! 

Una vez cumplidos nuestros objetivos al visitar a casi todas las familias del Paraje Yahaverê, como al otro día regresábamos, resolvimos hacer un gran baile en la casa de uno de ellos e invitar a todas las familias que habíamos visitado…

Pregunté a nuestro guía, don "Cambicho" Barbona, si vendrían guainas y me dijo… "Claro pues chamigo…El paraje tiene muchas de ellas y son hermosas". Entonces, ante esa afirmación y aprovechando que "Gringo", Julio y Julián fueron en una jardinera a invitar a las familias del paraje, yo, con intenciones non sanctas, me las ingenié para desarmar la carpa que habíamos armado entre los cuatro y la saqué del frente de la casa y la llevé detrás de la casa y la re- armé, pero esta vez, entre las cañas de un cañaveral que estaba allí.

Mientras arribaban las familias al atardecer, ya me di cuenta que "Cambicho" había hablado con razón…Iporáma las guainas chamigo! Mientras una guaina, de esa casa donde sería más tarde el baile, nos cebaba mates con tortas fritas que ella misma había amasado para agasajarnos, nos pusimos de acuerdo entre los músicos y dijimos: "mientras 'Tito' acompaña a "Gringo" con su fuelle, yo bailo" -dijo Julio. Y yo respondí: "...claro, pero después vos venís a acompañarlo para que yo pueda bailar, 'tá?" 

Así fue que comenzó el baile y yo ya estaba enamorado de una guainita de ojos de miel y sonrisa de aurora que me miraba insistentemente y que no pasaba de 18 años. Debo aclarar que en ese entonces yo tenía 28 años y todo el don de mujeriego encima. Cuando bailaba Julio, yo tocaba la guitarra y la miraba, y después, cuando me tocaba a mí el baile, salía a bailar con ella, pues con un tácito respeto por el dueño de sus miradas, en esa noche ella no bailó con nadie más que conmigo. En un momento en que no me daba cuenta, porque bailábamos los dos con la luz del sol de noche, que detrás de cada brasita encendida de los cigarros en la ronda que nos cercaba, había un hombre mirándonos, le dije a mi amor de una sola noche: "tengo una carpa allá atrás… ¿Vamos?". Ella me dijo … "Vamos". Entonces, tomándola del brazo encaré para la carpa. Allí entramos y nos encontramos con la desagradable sorpresa de que el cura, sentado en el medio de la carpa, me decía socarronamente..."Hola Tito! Cómo estás?" Ahhh!!! jajajajaja. En esa noche fue muy poca la gracia que me hizo eh? Julián me conocía muy bien, y ya cuando no vio la carpa frente a la casa se imaginó al toque que me traía entre manos. Regresamos a la pista con mi guainita y allí un guitarrero de la zona que ejecutaba con maestría punteados al estilo campero le pidió a "Gringo" que deje el bandoneón y dijo con esa comprensión callada de nuestros paisanos, voy a tocar "El jilguero", un clásico chamamé correntino, para que baile "El músico" notando que "Gringo" no había bailado en toda la noche…Qué generosa es nuestra gente! Así fue, que aunque sea una música, también el "Gringo" Sheridan pudo bailar esa noche. 

Terminaba el baile y mientras todos se despedían mi guainita me tomó de la mano y llevándome donde no había nadie, me besó largamente mientras decía con un suspiro y con una expresión muy usada en Corrientes… "Ohhh, destino en poder ajeno", consciente de que nuestras vidas, jamás volverían a cruzarse ya que yo no volvería jamás a aquel paraje donde conocí sus besos y ella no iría a Mercedes, incomunicados para siempre, ya a partir de esa misma noche porque en ese tiempo no existía Internet, celulares, WhatsApp, ni mbaé añá. 

Al otro día, ya en la canoa de don "Cambicho" que nos llevaba de regreso, yo tomé mi guitarra con toda la nostalgia de lo vivido en esa noche anterior y sugería una melodía con ella, y "Gringo" tomó su fuelle y le dimos la primera idea a esa canción de los dos. Julio entonces tomó lápiz y papel y poetizó las glosas del comienzo que, en forma breve, pintaba lo ocurrido un rato antes, con mucha poesía, ya que a la exclamación de mi compañerita de baile al besarnos de… "Ohh destino en poder ajeno" le dio la belleza de la poesía en la parte que él mismo recita en la grabación de esa canción con estas rimas: "La luna cerró los ojos y en silencio te besé, qué corto el tiempo dijiste y qué grande mi querer!" 

Esto les digo para los músicos que sabrán diferenciar muy bien la parte de tonalidad mayor, indudablemente con el estilo de "Gringo" y la parte en que la tonalidad se convierte a menor, con el tratamiento armónico de la sucesión de acordes y la melodía no muy frecuente para aquellos tiempos, compuesta por mí…

Los que tocamos en esa grabación en este tema, fuimos "Pocholo" Airé, "Gringo" Sheridan y yo. Les dejo abajo el vídeo con la canción…Espero que hayan disfrutado con el relato de cómo nació esa bella canción de amor, sin letra pero con una melodía tan enamorada que toca nuestros corazones, ayé compañeritos músicos?

2 comentarios:

  1. Que lindo quedó con tu prólogo al comienzo de la historia Pablo. Te mando un abrazo grande... Muchas gracias!

    Tito

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