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lunes, 17 de marzo de 2008

Víctor Hugo Canale y su conjunto

Material proporcionado por Iván. Para él los agradecimientos al e-mail ivanjuniors@hotmail.com.

Reportaje realizado a Víctor Hugo Canale, músico bandoneonista de Santa Fe:

—¿Cómo se aprende a apropiarse del instrumento para comunicar lo que la partitura dice y lo que la música demanda?
—Las partituras son muy frías, está en cada músico darle el gusto personal. Por eso hay temas grabados por diferentes intérpretes y cada uno con un estilo diferente. Está aquel que gusta de D’Arienzo, Troilo, De Ángelis, por nombrar algunas de las orquestas importantes de la época de mis comienzos. En este momento hay bandoneonistas importantes con una gran calidad, pero tal vez no pueden superar el gusto de aquel bandoneonista llamado Aníbal Troilo. Por eso Troilo es Troilo.
—¿Hay una condición de italianidad para que el bandoneón corra por la sangre?
—Puede influir un poco. Pero la vida te va llevando a decidirte, a dedicarte al bandoneón. Cuando yo era chico lo que quería era jugar a la pelota. Mis viejos me mandaban a aprender el bandoneón y yo llegaba a la esquina de la casa del maestro y pegaba la vuelta. No lo llevaba en la sangre, cuando empecé a aprender me fue atrapando la música y el elogio de la gente. Cuando tenía 12, 13 años y ya tocaba el bandoneón, todo eso generó un entusiasmo por seguir aprendiendo. Cuando vos descubrís melodías y le agregás cositas tuyas y ves que es grato y agradable, te va enlazando. Mi abuelo tocaba el acordeón verdulera, mi padre tocaba también el acordeón a piano y ellos querían tener otro músico en la familia. Cuando yo comienzo en el auge de los años 40, el tango estaba en boga con grandes orquestas y grandes cantores. “El Huguito tiene que aprender a tocar el bandoneón”, decían, y yo respondía: “¿por qué yo, no puede ir otro?”. Yo quería jugar a la pelota, pero bendito sea el momento en que ellos decidieron que yo sea músico. Porque los momentos que viví con la música no podré superarlos en ningún orden de mi vida –explica quien no vive de la música sino del comercio. No he ganado plata con la música, pero he ganado muchos amigos. Ese es el ejemplo que le doy a mi hijo Gabriel. Mi hijo está tocando la guitarra conmigo en buena hora, porque tiene el ritmo que yo necesito, que a mí me gusta. Tocamos chamamé, tango y me siento cómodo. No es lo mismo un rasguido de un chamamé de un correntino, de un santiagueño o chaqueño que el de un santafesino o entrerriano. El entrerriano también es diferente. Es un cambio natural por la zona en que uno vive. El que toca el chamamé en Santiago del Estero, el rasguido se asemeja a la chacarera. El correntino o el misionero se acerca a la música paraguaya. El santafesino se adapta más a una mezcla de chamamé y tango porque estamos cerca de Buenos Aires.
—¿Qué lugar ocupa Entre Ríos en su vida?
—Entre Ríos tiene mucho que ver con mi vida, sobre todo al principio de mi carrera. El primer baile que hago con don Mario Millán Medina, a los 15 años, fue en Club Salud Pública de Villaguay. Y por coincidencia, fijate qué importancia tiene Entre Ríos para mí, el primer baile del que participo con mi conjunto fue en Piedras Blancas, en la pista de Arsenio Ramírez. Siempre me han atendido muy bien.
—¿Cuándo un bandoneonista está listo para salir al público?
—A los 11, 12 años ya estaba en los escenarios. Aprendí arriba del escenario, en la calle, en los boliches. Se usaba mucho tocar en bares, tirar la manga, tocar en un lugar y pasar la gorra para ganar unos pesitos. Uno no piensa cuando es joven, es más audaz. A lo mejor ahora me cuesta más, es otra responsabilidad, tengo que tocar de bien para arriba porque no se puede defraudar a quien paga para verte. Antes uno iba y tocaba.
—¿Qué es lo que más disfruta hacer con el grupo de tango?
—Diverso, pero nos inclinamos más a la línea de Troilo y Grella con mi hijo Gabriel Canale, Rubén Grosso y Yamila Espinosa. Justamente por influencia de Grella, cuando mi hijo escuchó una grabación, me dijo: “¿papi, yo puedo tocar así?” Porque él tocaba reggae. Chamamé aprendió un poquito de prepo porque escuchaba a los guitarristas míos. Pero el tango se ha dado porque él lo descubrió a Roberto Grella, una de las grandes guitarras argentinas, el maestro de todos. Y fue a estudiar con Juan Robles, un guitarrista de 84 años que toca como si recién empezara con su éxito, está impecable tocando. “Si tiene condiciones le voy a enseñar”, me dijo, y se ve que tenía condiciones porque actualmente todavía le está dando algunas lecciones.
—¿De qué manera elige las voces?
—Yamila Espinosa es cantora de tango. Cuando nos convocan para hacer música del Litoral lo hago con Mónica Perri. Han desfilado varias cancionistas. Ahora cada una se quiere independizar, como yo lo hice en un momento. Son excelentes cantoras todas: Viviana Barrios, Luisa Flores. De los cantores de tango que venían a Santa Fe yo he acompañado a varios importantes: Alberto Morán, Floreal Ruiz, Alberto Castillo, Raúl Lavié, Néstor Fabián, Abel Córdoba, Jorge Valdez, Enrique Dumas, María José, Guillermo Fernández. Yo oportunamente tuve la suerte de acompañarlos y disfrutar los momentos también con músicos del Litoral como Roberto Galarza. Los Huamá (Tato y Tachuela), Ramona Galarza, Cholo Aguirre, Edmundo Pérez...
—¿Hay alguna materia pendiente con la música?
—Y, siempre. Siempre hay algo que te queda, que tenés que aprender. Digo a modo de refrán: no me pienso morir sin aprender a tocar. Permanentemente se está aprendiendo. En algún momento tengo que aprender algo de Piazzolla. Tuve la oportunidad de conocerlo y quedé asombrado y deleitado con la música. No es que sea difícil. Si bien la disfruto como la tocaba él, no está en mi piel tocar aquello. Algún tema tendría que aprender. En mi casa tengo como reliquia una foto con él y Julio Pane, el primer bandoneonista con quien tocó Piazzolla. Iban a una gira a Europa y Estados Unidos y me dice Julio Pane: “Tengo un ensayo con el maestro, querés venir?” Te imaginás. En esa oportunidad nos sacamos una foto. No me atrapa aprenderlo porque no lo siento mucho. Me tira más la música tradicional, el tango tradicional y me encantan los tangos arrabaleros, reos. Trato de tocar lo que medianamente me gusta. Todo te lleva a lo que has vivido en tu vida. He sido una persona de mucho café, de mucho boliche y de vez en cuando hubo alguna mujer en mi vida también. Y el tango reo habla de eso.
—¿De qué manera se relaciona con los dos públicos (el tanguero y el chamamecero)?
—Al que le gusta el tango le gusta el tango y al que le gusta el chamamé, le gusta el chamamé. Disfruto haciendo tango y chamamé. La vida me ha llevado a otros gustos: tocar paso doble, fox trot, música brasileña. El tanguero no es diferente según el lugar donde se viva, a quien le gusta el tango es una pasión.
—¿Cómo se logra la calidad?
—Con estudio y algunos por naturaleza. Pero no quiere decir que la calidad sea lo mejor. A veces hay cantores y grupos que no tienen gran calidad y tienen más éxito que los que realmente se ocupan de aprender mucho. Todo depende del gusto del público. Lo importante es no vender el alma, tocar como a uno le gusta. Yo no me vendí nunca: toco como a mí me gusta. No sé si será mejor o peor que otro, pero es diferente. Quien me escucha tocar a mí dice: acá está Víctor Hugo. Hay mucho estudio, horas con el instrumento. Yo tengo etapas que se me da por tocar, saco cosas, compongo temas pero por ahí decae por el negocio. Cuando se me da por tocar y estudiar se nota el progreso.
—¿Cómo se establece la comunicación con el público?
—El público parece que me conoce más de lo que yo creo. Me reciben bien en todos lados. Siendo franco y sincero con el público, tocando como uno quiere, no copiando y sin hablar mal de nadie.
Todos nos rascamos con la uña que tenemos.

Fuente: Diario Uno.

01. A tu Gente Entre Ríos (V.H. Canale).
02. Alma cancionera (V.H. Canale).
03. Chamamé (Carlos Rodríguez).
04. Corrientes fue tu cuna.
05. Cuando despiertas Santa Fe (V.H. Canale).
06. El grito del hachero.
07. Fiesta de la doma.
08. Gente de ley (Ernesto Montiel).
09. Lamento de chicharra.
10. Mi yerutí (Roberto Palmer).
11. Posadeña linda (Ramón Ayala).
12. Volver en guitarra (Roberto Galarza).

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